¿Qué pasa con el área de salud mental en México?

En México, el área de salud mental es una de las más controversiales. Contrario al respeto y admiración que inspiran otras especialidades médicas, la psiquiatría resulta inquietante e incluso atemorizante para mucha gente. Y es que, pese a los esfuerzos institucionales por combatir los prejuicios en torno a esta disciplina, su estigma está tremendamente consolidado en la cultura. El miedo a la debilidad personal y la irresponsabilidad de los medios de comunicación al retratar a las personas con enfermedades mentales, así como las pavorosas prácticas psiquiátricas de los siglos XIX y XX, siguen presentes en la concepción popular de la prevención, diagnóstico y tratamiento de trastornos mentales. 

Afortunadamente, cada vez son más las personas conscientes de la importancia de la atención psicológica para una vida plena. De hecho, el efecto de las campañas en pro del bienestar mental ha sido tan positivo, que hoy en día falta personal para cubrir la demanda de servicios psiquiátricos. E incluso, tras una reforma gubernamental aprobada en 2022, sucedió un gran alboroto que, hasta ahora, todavía genera confusión e incertidumbre en la población: ¿desaparecerán los hospitales mentales en México?  

Actualmente, los hospitales psiquiátricos aún operan, aunque sólo es cuestión de tiempo para que dejen de hacerlo. Sin embargo, lejos de ser alarmante, este cambio implica una ambiciosa apuesta por optimizar el área de salud mental a nivel nacional a la vez que mejorar la calidad de vida de los pacientes y las personas que los rodean. ¿Cómo? Mediante una cooperación coordinada entre los tres niveles de atención a la salud. Pero comencemos con algunos antecedentes. 

En abril de 2022, se publicó una modificación a la Ley General de Salud que provocó una oleada de reportajes y mesas de análisis sensacionalistas. Fueron muchos los periódicos y noticieros donde se criticó la supuesta disposición del gobierno de, no sólo eliminar los centros de atención psiquiátrica, sino también de prohibir su construcción. Y aunque, de acuerdo con el artículo 74, ciertamente quedó vetada la creación de nuevos hospitales monoespecializados en psiquiatría, muy pronto emergieron especialistas que aclararon el asunto. 

Básicamente, la reforma consistió en rectificar por completo el área de atención psiquiátrica abandonando el antiguo modelo asilar y adoptando una perspectiva comunitaria. Para lograrlo, se adoptó la política de convertir progresivamente los 442 establecimientos dedicados al área de salud mental que hay en el país—341 centros de atención primaria de adicciones, 66 centros integrales y 35 hospitales— a centros ambulatorios u hospitales generales. Mediante esta medida, se busca cumplir dos objetivos principales a largo plazo:

  1. Expandir la especialidad 

Al garantizar que los servicios de psiquiatría se brinden proporcionalmente en los tres niveles de atención, y ya no sólo en establecimientos de especialidad, se ambiciona ampliar su accesibilidad hasta volverlos tan comunes como los servicios de medicina general.  Por lo tanto, se pretende impulsar la prevención y el diagnóstico temprano de trastornos mentales a través de pequeñas clínicas y hospitales, y no basar el servicio psiquiátrico en tratamientos proporcionados únicamente en los establecimientos de alta especialidad de México

  1. Prácticas con enfoque humanitario.

La reforma, por otra parte, busca lograr una nueva forma de ejercer la psiquiatría. La idea es erradicar el abandono de pacientes alentado por el modelo asilar y prevenir internamientos forzados de personas que verdaderamente no requieran de aislamiento clínico. Igualmente, el nuevo modelo del área de salud mental prioriza el consentimiento informado de los pacientes, así como la aplicación de tratamientos apegados a los derechos humanos y con asilamientos temporales en hospitales generales únicamente en casos necesarios. 

En conclusión, lo que esta reforma plantea de fondo es dignificar la vida de los pacientes durante y después de los tratamientos psiquiátricos a los que se sometan. Su finalidad es también combatir el estigma contra los trastornos mentales y, en cambio, promover que la sociedad acoja y comprenda a quienes los padecen. Se trata, en pocas palabras, de transformar el sistema de salud y redefinir el área de salud mental bajo criterios de respeto, empatía, seguridad y eficiencia.

Actualmente, los hospitales psiquiátricos públicos de México se distinguen por la calidad de sus servicios interdisciplinarios, así como por la modernidad de su equipamiento y el compromiso de su personal. Estos establecimientos, además, sobresalen por brindar de manera continua programas de capacitación, prácticas profesionales y servicio social, al igual que por su incentivo a una intensa labor de investigación. Sin embargo, como sucede en general con el sistema de salud pública, estas instituciones enfrentan el reto diario de funcionar bajo limitaciones presupuestales y con una creciente saturación de la demanda tocando a sus puertas. 

De acuerdo con el doctor Marcelo Valencia, investigador del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente”, 15 millones de personas de entre 18 y 65 años en México padecen de algún problema de salud mental; no obstante, según informó Zoé Robledo, director general de Instituto Mexicano del Seguro Social, en su primer año, el área de salud mental del IMSS otorgó poco más de 818 mil consultas. Como estas, hay más estadísticas: 90% de los intentos de suicidio son detonados por trastornos mentales (IMMS, 2020), 8,239 suicidios en 2022 (INEGI) y más de 13 millones y medio de casos esperados vinculados a condiciones como la depresión, la esquizofrenia, la bipolaridad y las adicciones (Secretaría de Salud, 2022).

En este sentido, los hospitales privados se vuelven, más que nunca, un aliado clave para la implementación de la nueva área de salud mental. Dado que el modelo asilar se reserva sólo para casos de mayor gravedad, tanto empresas como organizaciones privadas pueden unirse a la campaña nacional por el bienestar psicológico mediante establecimientos que complementen o representen una alternativa valiosa ante las deficiencias del sistema de salud pública. 

Ya sea a través de una clínica ambulatoria o un hospital general, los inversionistas tienen hoy la oportunidad de engrosar la cartera de servicios psiquiátricos a la vez que unirse a un modelo de negocios rentable. La conveniencia de emprender un establecimiento especializado en dichos servicios luce aún más atractiva si se tiene en cuenta que, hasta 2022, 60% de los psiquiatras estaban concentrados en sólo cuatro estados de la República: Ciudad de México, Estado de México, Jalisco y Nuevo León. Además, por si fuera poco, en el país se cuentan sólo 11 establecimientos privados especializados en psiquiatría, equivalente a 0.4% de las clínicas y hospitales particulares a nivel nacional. 

En los últimos años, son muchas las empresas que, a través de un diseño eficiente de espacios para la salud apegado a la normativa, así como de un proyecto ejecutivo bien planificado, han construido las clínicas que a la fecha lideran los servicios médicos particulares. Hablando de atención en el área de salud mental, la infraestructura básica necesaria para su práctica es económica y no demasiado compleja; de hecho, de acuerdo con la NOM 016-SSA3-2012, el mobiliario indispensable para una consulta psiquiátrica comprende apenas de los siguientes elementos:

  1. Asiento para el médico.
  2. Asientos para el paciente y su acompañante. 
  3. Bote de basura de tipo municipal.
  4. Dispensador de toallas desechables.
  5. Dispensador de jabón germicida.
  6. Diván o sillón.
  7. Escritorio.
  8. Lavabo.
  9. Mueble para guarda de equipo e insumos. 
  10. Sistema para guarda de expedientes clínicos (en caso de consultorios independientes).

Por otra parte, el área de la salud mental requiere, en sus estudios y tratamientos más complejos, de equipos tan simples como un negatoscopio hasta tecnología como un tomógrafo. Este equipamiento, recordemos, sirve a su vez para otras especialidades, como la medicina interna y la neurología, por lo que, lejos de representar un costo, pueden significar la expansión de la cartera de servicios del proyecto hospitalario en cuestión. Y esto, en último lugar, implica un beneficio para la clínica, ya que además de mayores ingresos, propicia un servicio integral de mayor confiabilidad. 

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